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La Crítica Constructiva

Cómo Acabar (de una vez por todas) con la Arquitectura

Parafraseando el conocido refrán popular podríamos decir que “La realidad siempre supera a la ficción… arquitectónica”. Me refiero a que en la gran mayoría de los casos es el sentido común de un comitente quien puede más que las caprichosas acciones que, respondiendo a los “ismos” -racionalismos, posmodernismos, deconstructivismos, etc.-, se enaltecen como postulados casi bíblicos que pueden derivar en grandilocuentes discursos, capaces la mayoría de las veces, de aislar cada vez más a los profesionales de la arquitectura de la gente, que comete el terrible pecado de no responder a los deseos de ninguna vanguardia. Lo único que quieren es ampliar su baño y/o cocina. Nada más y nada menos.

Es allí donde, en general y salvo honrosas excepciones, el profesional recientemente graduado fracasa. Razones no le faltan. Veamos, en los últimos cursos de su proceso de formación, la materia “Diseño” o “Arquitectura” -dependiendo la casa de estudios de que se trate- se empeñó en domesticarlo en el manejo de las vanguardias, las cuales aplicó a una superficie inabarcable, bajo el programa de necesidades de un Centro Cultural en Mar de Las Pampas o, directamente, el Nuevo Aeropuerto de Kuala Lumpur. Allí nuestro estudiante hará uso de las más rotundas curvas, sin justificar en absoluto, el diseño estructural, las instalaciones o cualquier otro artilugio “transgresor y maldito” que la técnica pone a su servicio. Discúlpeme, estimado lector, si torno universales mis pensamientos e injustamente ingreso a todo el mundo en la misma bolsa. Soy conciente -gracias a Dios- de que algunos buenos Docentes de “Diseño” se muestran preocupados por las cuestiones tecnológicas, e invitan a reflexionar a sus estudiantes al respecto.

Pero me ocupan esos Docentes -cada vez más jóvenes, inexpertos y ad honorem- que pululan sin saber los más elementales preceptos arquitectónicos. Como muestra basta una pequeña anécdota. Hace un tiempo, me invitaron a un “Jury” de una Cátedra de “Diseño” de la FADU. Más allá de las encarnizadas polémicas que los mismos desatan entre estudiantes y docentes -otra vez el árbol tapando el bosque-, lo cierto es que los mismos cumplen -como pueden- su función de evaluar integralmente a un estudiante que se balancea en el último escalón de su proceso de formación. En dicho Jury, una estudiante me exhibe orgullosa su proyecto, con el que había obtenido una calificación de diez puntos. La entrega -que en cuanto a documentación no superaba la etapa de “anteproyecto”, más un atisbo de estructura mal organizada y algunas pobres instalaciones-, daba vida a una sucursal para la venta de automóviles de alta gama ubicada en la Avenida del Libertador de la C.A.B.A. Llamó mi atención que el lote propuesto por el Docente, de unos doce metros de ancho, era revestido en sus siete metros de altura por una única placa de vidrio. Simplemente así. La precisa crueldad de los renders no deja mentir. No había en el diseño de fachada ni un solo parante que rigidice el vidrio. Cuando observé el tema, la estudiante me respondió: “Es que uno de los pedidos de los Docentes era que desde la vereda, los automóviles se contemplaran sin ningún estorbo visual” (SIC). Mi preocupación aumentó notablemente ante ese argumento. Entonces introduje, bajo la forma de una inocente pregunta y sin querer, la estocada fatal: ¿Y qué tipo de vidrio elegiste?

La cara de preocupación -aunque “desesperación” es el término más adecuado- de la joven promesa de la arquitectura no podía ser más evidente. Traté de ayudarla: “¿Es un vidrio de tipo templado, capaz de brindarle seguridad a todos si se destruyera por vandalismo o la razón que fuere? ¿Es un vidrio laminado con PVB para que aporte seguridad a las personas y protección al local al dificultar la intromisión? ¿Es un DVH para mejorar el rendimiento térmico y acústico del local?”…

Por piedad no continúe. A esas alturas comprendí que mis palabras sonaban al fruto más amargo para la pobre estudiante. Tampoco quise preguntar cómo cubriría los doce por siete metros con una única placa de vidrio, sin una estructura de fijación…

Tampoco esa Cátedra volvió a invitarme a ninguno de sus “Jurys”.

Seguramente, ellos también están buscando las respuestas.

 

Por Gustavo Di Costa (*)    

(*) Arquitecto. Docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo. Profesor de la
Facultad de Arquitectura en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Co-Director de
ConTécnicos SRL, empresa dedicada a la capacitación en temas de arquitectura y construcción
( www.contecnicos.com.ar ).
Gustavo Di costa [dicarq@yahoo.com.ar]

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