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Veinte siglos… ¡Son nada!

Vista de la antigua Roma que muestra templos, pilares, el senado y el coliseo

VEINTE SIGLOS… ¡SON NADA!

Conducta Ética y Economía Ética

Charlando con el director de Dolmen sobre la Economía Ética llegamos a la conclusión de que la misma no era posible sin una conducta ética. Fue entonces cuando apelé, para fundar mi posición, a un libro invalorable que había leído sobre Lucas el Evangelista, llamado también Lucano. De los cuatro evangelistas Mateo, Marcos y Juan, Lucas era el único no judío de origen, era gentil y probablemente de origen griego. Nació en el siglo I probablemente en Antioquía. Pablo de Tarso lo diferencia entre sus compañeros surgidos del judaísmo y a Lucas, en su carta a los colosenses lo menciona como médico y por ello, Taylor Caldwell en su obra maestra, el antológico libro “Médico de Cuerpos y Almas”, lo anuncia como el Tercer Evangelista en la Roma Imperial. En su prólogo se pregunta “ ……. ¿Por qué me ha obsesionado siempre San Lucas y porqué lo he amado desde la niñez? No lo sé. Ante esta pregunta solo sé citar una frase de Nietzsche: “Se oye-ni se busca ni pregunta quien da-, no he podido elegirlo por mí mismo.”.

Lucano, Lucas médico, recibido en la universidad de Alejandría

Del libro lo que me interesa rescatar para este artículo, son las palabras del Tribuno Diodoro de quien eran hasta ese momento esclavos Eneas e Iris, padres de Lucas y el mismo Lucas. En un momento Diodoro comenzó a pensar con profundo desagrado en la Roma moderna y su rostro volvió a ensombrecerse. Dijo entonces: “…¡Aquellos suaves y pálidos senadores, vestidos con blancas togas, dedicados a la compra y venta de la bolsa, después de una larga mañana en los baños, recuperándose de una noche de orgía.! ¡Los perros, comprando y vendiendo lo que había costado las vidas de otros hombres ofrecidas en aras de Roma, mientras ellos agitaban perfumados pañuelos ante sus rostros, en tanto que regateaban, ofrecían y se engañaban unos a otros y mientras, entre oferta y oferta, comentaban el último chisme obsceno de la ciudad! ¡Aquellos parásitos, los augustales, que entraban y salían del Palatino, tan aristocráticos, como estatuas, podridos de cuerpo, con arpías en sus mentes y traición en sus almas astutas! ¡Literas de oro y mimados muchachos esclavos mantenidos con propósitos vergonzosos; aquella rapacidad y lujuria de lo que antes había sido una sociedad disciplinada, modesta, heroica y frugal; aquella lenta desaparición de una sólida clase media, desaparición que había sido deliberadamente proyectada! ¡La brillante ciudad, la amada del mundo, transformada ahora en un sumidero de corrupción, avaricia, traición, placer, conspiración y decadencia! ¡Y luego, aquellas multitudes romanas procedentes de todas las razas! ¡Incluso Julio César las había temido, con razón, y se había acobardado ante ellas; las había adulado y complacido! ¡La turba romana, versátil, inestable, políglota, sangrienta, desalmada y avariciosa! Donde antes había existido una población sobria y parca, orgullosa de los antepasados, celosas de la república, que encontraba su cabal expresión en el trabajo, la familia y los dioses; que vivía feliz en hogares tranquilos y bajo la sombra de sus árboles, ahora vivía una multicolor y rapaz canalla, presta siempre a aclamar o asesinar, presta a la pelea y a insensatos asentimientos, amontonada en malolientes y congestionadas casas, aborreciendo el trabajo y prefiriendo mendigar y solicitar continuamente del Senado que la mantuviese, adulando a viles políticos que cedían a sus peticiones y amenazando a los pocos hombres honrados que se oponían a sus exigencias por el bien de Roma y de ellos mismos; una multitud que pedía continuamente pan y circo, ansiosas de mezquinos placeres, fanática de gladiadores insensatos y adorando al último corredor, actor y lanzador de disco, como si fuesen los más grandes hombres; una multitud que, en su indolencia, devoraba las contribuciones, cada vez más pesadas, impuestas sobre hombres que valían mucho más que ella, para poder pagar su miserable sustento, cuando el mundo hubiese sido mejor si el hambre o la peste le librasen de ella, ¡Ah, la plebe romana, las malditas multitudes, apropiados señores y esclavos de sus amos, políticos y receptores de sus votos! No era extraño que Roma tuviese ahora tan pocos artesanos buenos comerciantes y constructores. El monstruoso gobierno chupaba el fruto de su trabajo y medio de impuestos a favor de una canalla perezosa, gruñona y devoradora mantenida a expensas del Estado. ¿Qué le importaba al esclavizado hombre de la calle,  de mirada turbia y boca rapaz, haber destruido el heroico esplendor de Roma, difamado sus dioses y envilecido con estiércol las estatuas de los antepasados? ¿Acaso no conseguía ahora, por medio de gruñidos e inscripciones pintadas en las paredes por la noche, que su plato fuese colmado una y otra vez con más grano, sopa y pan, y contemplar espectáculos cada vez más sangrientos en el Circo Máximo? Los amos eran dignos de sus esclavos, y éstos de aquellos. En el Palatino aún vivía el anciano soldado, César Augusto, un hombre rígido y moral. Pero, ¿qué podía hacer rodeado como estaba por senadores corrompidos y estadistas elegidos por una canalla aún más corrompida? Diodoro recordó de pronto una carta que había recibido unas semanas antes de uno de sus amigos, sellada cuidadosamente y enviada por un mensajero de confianza. (¿Cuánto tiempo hacía que los hombres honrados se veían forzados a sellar sus cartas para protegerlas de los rapaces y vengativos ojos de espías empleados por el Estado?) Su amigo le había escrito: “Temo que Roma esté muriendo. Yo, como tú, querido amigo, he creído durante mucho tiempo (y he rogado para que así fuese) que las viejas virtudes aún florecían en algún lugar de la ciudad, como flores excelentes y bellas en un olvidado jardín, preparando la semilla que crecería de nuevo en amplios espacios. ¡Pero el jardín no existe! Ha sido pisoteado en el barro de la plebe, y por sus codiciosos dueños, que viven del favor de la multitud” Diodoro, hundido en un estado de impotencia y desesperación como nunca antes había experimentado, pensó en los dioses de Roma. Antaño habían personificado el trabajo honrado, el amor, la santidad del hogar y la propiedad privada, la libertad, gracia y amabilidad, las virtudes  del deber y devoción, el cariño hacia los niños, el respeto entre los empleados y quienes empleaban, el patriotismo, la obediencia a decretos divinos e inmutables, y el orgullo y dignidad del individuo. Pero ¿qué había hecho Roma de estos dioses? Les había transformado en réplicas venales e indescriptibles de sí misma en todos los aspectos.

Senado Romano, Julio César fue asesinado el 15 de marzo del 44 a.C. en el Senado de Roma, durante una sesión. Un grupo de senadores, liderados por Casio y Bruto, apuñalaron a César, temiendo que estuviera a punto de convertirse en rey y acabar con la República. 

Pasaron veinte siglos, esas maravillosas palabras y pensamientos de Diodoro actualizadas a la fecha, están –por desgracia- plenamente vigentes. El problema no es de nombres ni de partidos políticos ni de organizaciones de nuestra sociedad. Nuestra degradación es un problema moral, ético y cultural. Hace mucho tiempo que hemos perdido la escala de valores y  ruego a Dios que no se cumpla la profecía del genial Tato Bores, en el papel de un arqueólogo moderno, buscando en la América del Sur a un país que había existido, que había sido uno de los más prometedores a comienzos del siglo XX, tierra de oleadas de inmigrantes en busca de un mejor futuro para ellos y sus familias  y cómo ahora nadie lo podía encontrar.

Había desaparecido en el lapso de un siglo.

Aquí cabe preguntarse ¿cuál es la Economía ética que proponemos?

Para ello, me remito al artículo publicado 4/11/24 en el link de Economía Ética en www.dolmen.com.ar, al que en homenaje a la ilustración de los lectores agrego a continuación.

 

En palabras sencillas…,

¿EL CAPITALISMO LIBERAL O MI PROPUESTA?

El capitalismo liberal disciplina a los que tienen suerte de trabajar a través del salario. O sea, hacés lo que yo te digo o vos y tu familia no comen.  El salario es el ordenador de que el sistema funcione como ellos quieren. Y lo aceptan porque así fueron educados por un sistema injusto y cruel, al que los capitalistas liberales financiaron a través de universidades prestigiosas en todo el mundo, para que los economistas educados en ese sistema lo propaguen al infinito. Cito aquí a Henry Kissinger, un Maquiavelo del capitalismo liberal, quien en sus Memorias dice textualmente: “Controla a los alimentos y controlarás a la gente. Controla el petróleo y controlarás las Naciones”. Por eso en la evolución del hombre, cada vez se les hace más difícil mantener la injusticia de su apropiación del sistema  que fue creado para darle al hombre la libertad de elegir.

Quiero dejar sentado que NO niego ni critico que las empresas  retribuyan al trabajador con un salario digno, si éste lo acepta, es su decisión. NO niego tampoco la existencia de mercados de capitales que financien empresas que necesitan dinero para producir. Tampoco hoy sería posible un mundo sin las grandes corporaciones que agregan valor a nuestras vidas con las producciones y descubrimientos que ellas financian.  Pero me niego a aceptar, que millones de personas en el mundo padecen hambre, porque las empresas solo necesitan y demandan una minúscula parte de esas personas para lograr sus objetivos empresariales. Por lo que, la oferta de trabajo es infinitamente menor a la demanda. Y eso produce desocupación y esa desocupación mantiene a raya a los salarios –dentro de ciertos límites- lo que permite a los ricos mantener el statu quo de su riqueza en detrimento de los trabajadores.

Por lo que aquí se ve claramente que el principio inviolable de la naturaleza de acción y reacción no se cumple todavía y debemos encontrar un sistema que tienda a restablecer ese equilibrio que nunca se consiguió. Entonces, veamos que se puede hacer. En todo proceso productivo capitalista hay dos partes, una  es el capital y la otra es el trabajo. Una parte sin la otra no existe, porque sin capital no hay empresa  y sin  trabajadores no hay quien produzca. Por lo tanto, siguiendo a mi admirado John Nash quien en 1994 fue galardonado con el Premio Nobel en Economía, estamos frente a un problema con variables a articular para un mercado con múltiples niveles de equilibrio y con competencia imperfecta de todos los actores que además se regula con autoridad externa (por ejemplo un fiduciario) o sin autoridad externa (en ese caso es el mercado).  O sea, que ambos se necesitan, por lo que es razonable que compartan tanto los beneficios como los riesgos, lo que hoy  no sucede porque  los beneficios  son del capitalista y el bajo salario y los riesgos de perder sus trabajo y sus escasos ingresos son de los trabajadores. Una pelea muy desigual y de ninguna estatura moral, porque si vamos a la definición de capitalismo es que es un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, que constituyen el capital. Normalmente, el capitalismo está asociado a la libertad de mercado y a la libre iniciativa de las empresas en la determinación de sus productos y la fijación de los precios de éstos. En mi opinión el control del Estado solo es admisible en su poder de policía para que los empresarios cumplan con sus obligaciones fiscales y paguen sus impuestos, además la seguridad pública, la educación pública y la salud pública. El capitalismo de Estado es una aberración. Retomando a Nash, no hay equilibrio si una de las partes se lleva la parte del  león y deja para la otra parte las migas de la torta.  El equilibrio consiste en que, ambas partes como se necesitan una de la otra, si hay ganancias la repartan entre ellas y si hay pérdidas las compartan en partes iguales. Ahora bien, aquí entra a jugar la parte humana, el hombre, que es imperfecto y egoísta. El capitalista liberal solo acumula para  satisfacción de su ego y sus deseos irrefrenables de poder, mientras se necesita de capitalistas que ahorren para mejorar sus empresas y eventualmente para producir empresas sociales (ES) donde su capital tiene un valor del X % de las acciones y el otro Y % de las acciones es de los trabajadores de esa ES. La pregunta que surge es: ¿Para qué se crea una Empresa Social? Y la respuesta es: para producir bienes y servicios al alcance de los más pobres. Un ejemplo concreto: Danone es una multinacional alimenticia que tiene impacto en todo el mundo, pero lamentablemente el precio de sus productos no está al alcance de los más pobres. En Bangladesh era ilusorio pensar que un pobre podía alimentar a sus hijos con yogurt Danone. Entonces junto al Grameen Bank of Bangladesh de Yunus, resolvieron crear una empresa social que produciría ese alimento básico con los mismos nutrientes que el que se encuentra en las góndolas de los supermercados, pero a un precio que los pobres podían pagar. Esa empresa social se creó en 2007 y se llamó Grameen Danone, donde sus acciones se repartieron entre los capitalistas y los trabajadores. Hoy en todo Bangladesh, ya casi no hay niños que se mueren desnutridos. De la misma manera, al ver el ejemplo y los resultados de Grameen Danone, otras empresas multinacionales se fueron agregando al desafío de crear ES para pobres y así nació Grameen Telecom que vinculó mediante la telefonía celular a todas las aldeas de Bangladesh con el hospital central en Dacca, provocando con ello, una disminución dramática en las muertes y en la asistencia hospitalaria de los más pobres.  Luego vinieron Adidas para la vestimenta, Veolia Wáter para el suministro de agua potable y otras en distintas áreas de la economía. De eso se trata nuestra propuesta para los pueblos del interior del país.

Jorge Lentini

 mail: jllentini@yahoo.com.ar

Jorge Lentini se desempeñó como director de Relaciones Internacionales y Secretario de Proyectos Especiales en la Facultad Regional Avellaneda (UTN).

Fue  director del Proyecto Fideicomiso Universidad en la misma Facultad. Está especializado en desarrollos de sistemas de financiación de viviendas a largo plazo.

En tal carácter se ha desempeñado part time en: a) B.V.I. Corporation, Bruselas, Bélgica; y b en  Investigación, Desarrollo e Implantación SA, Madrid, España.

En la década del 90 fue miembro externo del staff del Dr. Don Juan Antonio García Diez (ex vicepresidente y ministro de Economía de España – 1977/1982) en el desarrollode diversos proyectos específicos.

Ex Director de Grameen Hábitat Argentina

NDLR: Las opiniones vertidas por quienes escriben en este sitio, no necesariamente coinciden con nuestra línea de pensamiento. Somos muy respetuosos de ellos, sólo les exigimos que se rijan por el respeto y la ética.

 

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