LA CRÍTICA CONSTRUCTIVA
Un caso histórico: el Palacio de Justicia
En el Tomo I de su libro “Argentinos”, el periodista Jorge Lanata aporta una detallada descripción acerca de la construcción del Palacio de Justicia de la Nación, ubicado en la ciudad de Buenos Aires. Dice Lanata: “El Palacio de Justicia, definido por la generación del ochenta como la gran rueda del país, la garantía de todos los derechos; estuvo cuarenta años en construcción, hasta su inauguración definitiva. Durante ese período se cruzaron denuncias por cohecho, pleitos con los constructores y suspensión de las obras. Ya la Corte Suprema de Justicia había esperado diez años antes de entrar en funcionamiento, luego de su creación por la Constitución de Santa Fe. En 1902, la Corte funcionó en la calle San Martín 275, en lo que luego fue el Banco Central”.
El proyecto y sus complicaciones
En función de la Ley Nº 4.807, firmada el 31 de julio de 1902 por los diputados Gouchon, Bollini, Torino y Argañaraz, se aprobó la edificación del Palacio de Justicia. El diseño del mismo llevaba la firma del arquitecto de origen francés Norbert Maillart, autor de los edificios del Correo Central y del Colegio Nacional Buenos Aires.
El presupuesto con que contaba la empresa constructora J. Bernasconi y Cia. ascendía a la suma de 4 millones de pesos. A menos de un año de iniciarse la construcción se sumaron otros 9 millones al presupuesto original. Las obras comenzaron efectivamente en el año 1905, y para entonces, ya el presupuesto rondaba los 13 millones de pesos.
Durante siete años la obra demoró su proceso hasta que el 16 de mayo de 1912, un decreto despedía al Arq. Maillart, quién se encontraba radicado desde 1908 en París, Francia. Un interesante caso de Dirección de obra ejercida a “control remoto”.
En 1915 el Estado Nacional rescinde el contrato con la constructora J. Bernasconi y Cia., reemplazándosela por la Dirección General de Arquitectura, dependencia del Ministerio de Obras Públicas que se encargaría, desde 1916, de la materialización de los trabajos.
Los profesionales a cargo de la obra por parte del mencionado ministerio efectuaron una importante cantidad de cambios al proyecto ideado por Maillart, situación que no hacía más que demorar —y encarecer— los trabajos.
Reflexión sobre la planificación de obras
La crónica precedente intenta poner sobre la mesa el tema de la planificación y programación de obras. Lamentablemente, no hace falta recurrir a la historia para ejemplificar estos desatinos en el planeamiento estratégico de una construcción.
En la actualidad, son muchos los proyectos que al no recurrir —o peor aún, subestimar— a las herramientas que los sistemas de previsión aportan, sucumben ante el fracaso en su encuentro con el almanaque.
En paralelo, una defectuosa, incompleta o no controlada planificación y programación de obras no hace más que provocar un sinfín de idas y vueltas presupuestarias, escenario que vuelve más dificultosa la relación profesional-cliente, cuando se atenta contra el órgano más sensible del ser humano moderno: el bolsillo.
Herramientas para evitar el fracaso
Obviamente, que las obras cuesten y tarden más de lo previsto no es negocio para nadie. El planeamiento, programación y control, junto con un buen cómputo y presupuesto, constituyen valiosas herramientas, las cuales convenientemente utilizadas, pueden ayudar a evitar que esto ocurra.
Cabe aclarar que los sistemas de previsión son sumamente dinámicos, por lo tanto, deben ser actualizados en forma periódica, tomando a tiempo las medidas correctivas necesarias, y analizando las dificultades que pueden presentarse en el futuro.
Aplicación práctica en proyectos
Desde luego, dichas técnicas pueden aplicarse con éxito en pequeños proyectos, aunque prestan su máxima utilidad cuando más complicado sea el mismo, conformando una excelente herramienta de control para el Director y el Jefe de obra quienes, en forma sencilla, se informan acerca de las tareas que deben encontrarse en ejecución, para en consecuencia, verificar su correcta realización durante la recorrida de obra.
Conclusión
La planificación y programación asumen, por todo lo dicho, un aspecto de vital importancia.
Por Gustavo Di Costa