Defectos y buenas Prácticas en los Riegos de Liga de un Pavimento Flexible
DEFECTOS Y BUENAS PRÁCTICAS EN LOS RIEGOS DE LIGA DE UN PAVIMENTO FLEXIBLE
Acercando la vialidad a los arquitectos Nº 009
JUNIO 2022
Por Julián Rivera
Como hemos explicado en el artículo anterior de esta sección (https://dolmen.com.ar/acercando-la-vialidad-a-los-arquitectos-8/), el grado de solidaridad entre las diferentes capas de un pavimento flexible permite el desarrollo de los esfuerzos de corte que posibilitan que el paquete del pavimento trabaje de acuerdo a lo previsto en su diseño estructural.
Este aspecto se logra entre las capas granulares inferiores (o capas constituidas con ligantes hidráulicos u otro tipo de producto estabilizante) de base, subbase y subrasante (natural y mejorada), mediante una textura superficial de grado suficiente (no excesiva) y con una resistencia al desprendimiento mínima asociada.
Pero entre las capas de base y las capas asfálticas, o entre dos capas asfálticas, es de esperarse que esa “trabazón” no sea suficiente; dada la mayor lisura relativa del material y su cercanía a niveles de máxima solicitación tangencial (más allá del aporte normal al plano generado por la propia carga del tránsito). Por tales razones en esas situaciones se emplean los denominados “riegos de liga” (o “riegos de adherencia” en algunos países). La ausencia de dichos riegos es la causa fundamental del desprendimiento de las capas superiores de un pavimento flexible, (Figura 1)
Dichos riegos en la generalidad de los casos se constituyen de emulsiones asfálticas de corte rápido (emulsión de asfalto en agua en glóbulos microscópicos, aplicada a temperatura ambiente); más allá de que en algunos lugares todavía se admiten los ambientalmente discutibles riegos con asfaltos diluidos.
Estos riegos se analizan en cuanto a sus características puntuales relacionadas con la tecnología de los materiales implicados (de la propia emulsión asfáltica y de los constituyentes de las capas a ser adheridas) y en cuanto a su dotación (ni escasa como para no permitir la adherencia, ni excesiva como para generar exudaciones y escurrimientos).
Pero la propia constitución de un riego de liga no resulta determinante para que el funcionamiento sea el óptimo pues, como en todos los casos, existen aspectos en cuanto a su aplicación que son fundamentales. Entre estos aspectos es habitual encontrar en obra una serie de malas prácticas, que conviene sean resaltadas para evitarlas, que se contraponen a otra serie de adecuadas soluciones que contribuyen a optimizar la materialización del riego. Veamos algunos ejemplos de ambos casos, como para ilustrar lo asegurado.
Entre los defectos de aplicación puede mencionarse en primer lugar el inadecuado solape entre los picos del camión regador que distribuye el riego, lo cual genera surcos con material en exceso y/o surcos con material faltante, como se puede observar en la (Figura 2).
También se observa este exceso de material aplicado cuando se generan puntos de arranque o detención del camión de regado sobre la propia superficie de riego, como puede verse en la Figura 3, o incluso disminuciones en la velocidad de desplazamiento de dicho equipo.
Otro defecto habitual se debe a la habilitación al tránsito del tramo en el cual se ha aplicado el riego de liga, lo que suele generar la deposición de material suelto sobre éste, que impide se genere la adherencia efectiva buscada (Figura 4).
Asociado a esto último, es común observar en áreas urbanas el mojado de la base en zonas aledañas a las cunetas, debido a los desagües de los frentistas. Esto provoca que esos sectores se “ablanden” ante la presencia de arcillas en dichas bases, generándose la rotura de la adherencia (Figura 5).
En busca de solucionar aspectos como los señalados, en ocasiones se recurre a soluciones inadecuadas. Ese es el caso de la técnica conocida muchas veces como el “granceado”, que consiste en distribuir de forma manual una capa mínima de la mezcla asfáltica en caliente a utilizarse en la pavimentación. Se pretende con esto dejar al riego protegido de algún modo, pero en realidad lo que se está introduciendo es una discontinuidad entre ese granceado, ya frío al momento de colocar la mezcla asfáltica a temperatura, y dicha mezcla en su espesor compactado (Figura 6).
Sí, en cambio, se ven como adecuadas soluciones el empleo de otras técnicas alternativas. En la Figura 7 se observa una de ellas, que consiste en el empleo de un vehículo de transferencia de la mezcla asfáltica hacia la terminadora que la coloca, para de ese modo evitar “pisar” sobre el riego aplicado.
Otra alternativa de obra sería la de emplear en el riego emulsiones asfálticas termoadherentes, como la de la Figura 8, que podrían ser pisadas a temperatura ambiente sin que el riego se vea afectado.
O, en ese mismo sentido, el utilizar equipos que de manera simultánea cumplen la función de aplicar el riego y distribuir la mezcla asfáltica, (Figura 9).
Finalmente, resulta interesante señalar una técnica que nos parece es la que reúne las mejores características asociadas a una solución sencilla y de óptimas prestaciones, la cual es la de aplicación de una lechada de cal sobre el riego de liga, como un elemento de protección, según se observa en la Figura 10. Cabe aclarar que esta lechada de cal se aplica en dosis específicas y contando con ciertas características especiales, y no es una simple mezcla de cal y agua como podría pensarse.
Se espera con el presente artículo, nuevamente, haber generado una reseña que permita despertar el interés del lector que se acerca de manera inicial a la temática. Debe, por lo tanto, indicarse la necesidad de recurrir a documentación más rigurosa si se desea profundizar en cada uno de los aspectos abordados.
Ingeniero Julián Rivera, La Plata, 31 de marzo de 2022
Julián Rivera
Doctor en Ingeniería de Materiales UTN
Magister en Transporte y Logística UTN
Ingeniero Civil UTN
Subdirector LEMaC
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