ArquitecturaConsejosPortada

La Crítica Constructiva

¿Qué me cobrás?

LA CRÍTICA CONSTRUCTIVA

 

¿Ese dibujito me vas a cobrar?

 

 

La semana pasada tuve que concurrir a mi dentista. Usted, estimado lector, pensará ¿A mí que me importa? Vea, el asunto es que antes de ser atendido por la profesional de las caries, una señorita que desarrollaba tareas en su consultorio como secretaria me espetó: “Son ciento cincuenta pesos”. Vale aclarar el hecho que, hasta ese momento, la única atención médica que recibí fue el permiso para ojear una revista de tan antigua fecha de salida como gusto editorial.

 

Sin embargo, allí estaba esperando recibir la esmerada atención de mi odontóloga (y el vuelto de los doscientos pesos abonados), cuando por fin, y luego de escuchar unas quince veces la aterradora melodía del torno encendiéndose y deteniéndose, pude ingresar al consultorio donde, para mi satisfacción, encontré solución al martirio molar que padecía.

La anécdota me permitió reflexionar sobre el hecho del “pago anticipado”. Primero me cobraron, luego me atendieron. Convengamos que esto también pasa con otras disciplinas. Fue cuando me puse a pensar cómo trabajamos el resarcimiento económico los arquitectos. Cuál es la relación que tenemos con los honorarios. Fundamentalmente, los profesionales más novatos o aquellos que no pertenecen a una estructura (léase Estudio) reconocido. La verdad es que, en general, los profesionales independientes tenemos cierta relación ambigua con el dinero. No nos apresuramos a cobrar.

¿Por qué? Bueno, entiendo que por un par razones. La primera radica en la formación impartida en las Universidades. Somos “artistas” y no debemos abandonar dicha condición negociando la cantidad de billetes con la cara de Roca que recibiremos como compensación de nuestro talento.

La segunda clave de este comportamiento -entiendo humildemente- reside en que también dentro de nuestra formación carecemos de asignaturas que contemplen la más mínima capacidad de interactuar con el capital. Salvo honrosas excepciones (llamadas materias electivas) no se habla en nuestras Universidades de dinero. Mucho menos en la vedette de todas las materias: “Diseño” o “Arquitectura”.

Esa formación “renacentista”, más ligada con el arte que con la condición empresarial, se experimenta asiduamente en los claustros.

La mala noticia es que para nuestra alegría o pesar, vivimos, nos desarrollamos e intercambiamos experiencias dentro de un modelo capitalista. De eso sí se habla. Para colmo, el comitente, a sabiendas de esa visión artística que brota por nuestros poros, se basa en ella para emitir -contemplando nuestras primeras reflexiones plasmadas en los croquis preliminares- la temible consulta que titula este texto:

-“¿Ese dibujito me vas a cobrar?”

Ante lo que en general, casi pedimos disculpas por la afrenta de tener que ser retribuidos por un trabajo realizado. Allí radica otro punto importante que da lugar a una serie de malos entendidos en la relación comitente-arquitecto: ¿El trabajo fue hecho a conciencia?, quiero decir, ¿se desarrolló completamente? De lo contrario, si el comitente no paga, por las dudas, yo no completo la información como se debe, actitud que muchas veces amplía su acción hasta la carpeta que contiene un proyecto ejecutivo deficiente en su capacidad técnica. O directamente incompleto. O inexistente.

Entonces, como en el caso de mi odontóloga, la relación comercial debe ser pactada de antemano: el profesional realizará una determinada tarea por la cual recibirá una compensación económica. Punto. Allí el comitente acepta o no, esa será su decisión. Pero la misma no quedará atada a balbuceos o malos entendidos, sino a zanjar desde el inicio cualquier maliciosa suposición (de ambas partes).

Cobremos pues todos los documentos que emitamos, o los acompañamientos a elegir la grifería el sábado a la tarde, o la consulta por una goterita que se termina transformando en una reforma completa de la cubierta por la que nos haremos cargo si algo falla. Pongamos a nuestro esfuerzo un valor sensato, pero cobremos cada acción completa y concientemente desarrollada.

Será para el bien de nuestra profesión.

 

Por Gustavo Di Costa (*)         

 

(*) Arquitecto. Docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo. Profesor de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Co-Director de ConTécnicos SRL, empresa dedicada a la capacitación en temas de arquitectura y construcción (www.contecnicos.com.ar).

Gustavo Di Costa [dicarq@yahoo.com.ar]

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba