LA CRÍTICA CONSTRUCTIVA
El juguete rabioso
Por Arq. Gustavo Di Costa
¿Qué es la arquitectura? Algunos textos se aventuran a definirla como: «La profesión perteneciente al campo de las bellas artes que se dedica a la creación de espacios, que satisfagan las necesidades de sus usuarios, creando obras bellas que proporcionen bienestar, adecuándolas a su momento histórico y lugar geográfico, funcionales, sólidamente construidas, con acabados que sean adecuados a su naturaleza y que en su colocación denoten el dominio del oficio, realizándose dentro del tiempo y costo planeado».
Esta sensata definición no parece cumplirse en la mayoría de los casos. La penosa sensación es que los arquitectos producen obras para los arquitectos, no para los usuarios. Generan diseños que se regodean en terminologías y misticismos que crean una realidad virtual paralela a las de las necesidades y requerimientos de nuestros comitentes. Se asemeja a esos padres que le compran un sofisticado juguete a sus hijos y terminan siendo ellos quienes lo utilizan, sentenciándole al niño: “Dejá que lo use papá porque vos lo podés romper”. Cuando romperlo es parte del proceso de juego, es una de las posibilidades, y lo que debe hacer el adulto es conducir responsablemente el juego, no privar al niño de su reconocimiento.
“Dejá que le saco las fotos ahora a la obra, porque después el cliente la llena de objetos y la perspectiva no se visualiza en su magnitud”, suelen decir algunos profesionales. Pregunto, ¿qué otra cosa es la ambientación más que la suma de cortinados, cuadros, mobiliario, etc.? Nuevamente, el papá celoso priva de la experimentación y uso a su criatura. Vale más el objeto que la creación de espacios confortables, y en definitiva, la arquitectura es la escenografía de la vida, un lienzo sobre el cual transcurren las escenas cotidianas en una familia, entre compañeros de trabajo, entre clientes y comerciantes, entre maestros y estudiantes, entre pacientes y médicos. De esta manera, una vivienda, una oficina, un local comercial, una escuela y un hospital deberán reunir caracteres capaces de satisfacer, de manera exitosa, las necesidades de los usuarios, para lo cual, el profesional deberá recibir una preparación adecuada, tanto en conocimientos técnicos como humanísticos.
Pareciera ser que el arquitecto ha olvidado que trabaja para y con la sociedad. Allí, entiendo, radica el distanciamiento con la suma de clientes que no se sienten debidamente respaldados por arquitectos que colman las salas de las bienales y congresos, punto máximo en el cual se regocijan con tendencias y temáticas -cada vez más y más alejadas de la realidad-. En anteriores notas hemos dado nuestro punto de vista en relación a que es la propia formación del arquitecto, en las aulas públicas y privadas de las universidades, en parte responsable de la deshumanización de nuestra incumbencia, donde importan más los dibujos que las personas. Donde los programas de necesidades de los distintos trabajos prácticos surgen de los propios profesores, privando al estudiante del reconocimiento de un comitente real. La herramienta (otra vez la metáfora del juguete) prevalece sobre el proceso.
Puesto en marcha, título y matrícula habilitante en mano, la realidad golpea con dureza a nuestro joven arquitecto, quien por primera vez se encontrará con un Señor X más preocupado en un adecuado diseño, tiempos y precios, que en el deconstructivismo y el arquitecto-gurú de moda.
Existen muchas definiciones de la arquitectura, algunas más vagas y otras más objetivas, que pueden ser ensalzadas con el uso de cierto vocabulario -o el mal uso del mismo-. Sin embargo, la arquitectura ha sido y es la actividad humana que consiste en el saber crear correctamente los espacios para el hombre.
Nada más, nada menos.
Por Gustavo Di Costa (*)
(*) Arquitecto. Docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo. Profesor de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Co-Director de ConTécnicos SRL, empresa dedicada a la capacitación en temas de arquitectura y construcción (www.contecnicos.com.ar).
Gustavo Di Costa [dicarq@yahoo.com.ar]