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La Crítica Constructiva Nº 22 – ¿Hacia dónde vamos?

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ARQUITECTURA / LA CRÍTICA CONSTRUCTIVA

LA CRÍTICA CONSTRUCTIVA Nº 22

¿HACIA DÓNDE VAMOS?

Por Gustavo Di Costa

El mundo prevé un incremento en la densidad de su población a gran escala, por lo que las políticas de Estado deberán permanecer orientadas a prever y responder ante los requerimientos que ello implica. Muchos gobiernos se están ocupando de la planificación estratégica del país, en especial de las grandes ciudades, en lo concerniente a la calidad del aire, el suelo, el agua, la biodiversidad y la población.

En materia de planeamiento urbano se espera vencer las problemáticas habitacionales a partir de la construcción industrializada. Ello implica una severa organización del proceso productivo, que, de forma racional y automatizada, aplica tecnologías al proceso integral de diseño, producción, fabricación y gestión de obras. Conlleva la prefabricación de todos sus componentes en ámbitos especializados, los que conforman módulos completos que luego son ensamblados, transportados y montados en el lugar de ubicación definitivo.

El camino de la industrialización de la construcción radica en producir en serie un conjunto de elementos que incluyen a las instalaciones termo-hidro-sanitarias. Ello trae consigo muchas ventajas, ya que permite reducir plazos de ejecución y costos directos e indirectos. En la medida que exista un mayor componente de elementos prefabricados, la construcción posterior de la obra será más rápida y sencilla, evitando la superproducción y los errores. Ofrece un mayor control de los procesos y a un menor costo, especialmente en la etapa de fabricación de módulos. Reduce los costos de mano de obra, ya que requiere un menor número de trabajadores y acotada experiencia especializada. El hecho de que la mayor parte de los componentes se lleven a cabo en fábricas, permite no depender de las condiciones climáticas, reduciendo la estacionalidad y manteniendo un constante flujo de producción. No existen niveles significativos de residuos, sino que los recursos se reciclan permanentemente. Pueden resumirse en el ciclo reciclaje-fabricación-reciclaje.

Además, se reduce notablemente el consumo de agua, ya que la mayoría de los materiales utilizados no requieren de ella para su fabricación y posterior colocación. Los riesgos de pérdida de calor por errores de montaje son mínimos, asegurando un bajo consumo de energía. Como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973, se empezó a tener en cuenta la necesidad de tomar medidas que tendieran al ahorro energético. Efectivamente, el aislamiento térmico, nunca considerado importante en el diseño, paso a ser una autentica preocupación. Teniendo en cuenta que el 40% de la energía se lo llevan las edificaciones, permite admitir la importancia de un adecuado aislamiento térmico para evitar fugas de calor en invierno o su ganancia en verano.

Antes de que aparezcan normativas sobre las condiciones térmicas, era usual el empleo de cámaras de aire como única forma de mejorar el aislamiento térmico en aquellos cerramientos verticales de albañilería. Gracias a la construcción industrializada queda ampliamente superado este aspecto, puesto que dichos sistemas se encuentran diseñados para utilizar aislantes de tipo sintéticos, en tanto la aislación mínima de cualquier sistema constructivo industrializado supera la máxima aislación de un muro tradicional.

Existen distintos tipos de productos que se adaptan a la diversidad de soluciones constructivas, pero el espesor es el principal actor a la hora de definir cuánto se quiere ahorrar. Las aislaciones térmicas en pisos, techos y paredes, reducen notablemente el consumo de combustibles fósiles, que conforman un recurso natural no renovable -y en consecuencia- también reducen la contaminación atmosférica. El incremento del aislamiento térmico en los edificios produce menores costos iniciales en equipos de acondicionamiento, mínimos gastos de funcionamiento de esos equipos con reducción de las tarifas, un significativo ahorro de energía orientable a los procesos productivos y a la generación de nuevos puestos de trabajo, más una importante reducción de las emisiones de carbono.

Desde hace muy poco tiempo, en la provincia de Buenos Aires, es obligatorio en las construcciones nuevas, la aplicación de las normas IRAM higrotérmicas para las envolventes; las cuales están basadas principalmente en la mejora de la resistencia térmica de muros, techos y pisos, buscando el ahorro de energía y una mejora en la calidad de vida de los habitantes.

Por Gustavo Di Costa (*)

(*) Arquitecto. Docente de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Palermo. Profesor de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Co-Director de ConTécnicos SRL, empresa dedicada a la capacitación en temas de arquitectura y construcción (www.contecnicos.com.ar).

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