APRENDIENDO DE LA ARQUITECTURAArq. Gaston MichelArquitecturaPortadaSin categoría

La Estética de la Tecnología 2

LA ESTÉTICA DE LA TECNOLOGÍA 2

Paradigma de la vanguardia

La arquitectura desarrollada por Frank Lloyd Wright en norteamérica tuvo una primera influencia sobre el holandés Hendrik Petrus Berlage (1856-1934), quien viajó a los Estados Unidos en 1911 y conoció la obra ladrillera del maestro americano. Para Berlage, cuyo trabajo ejerció una influencia decisiva en el Movimiento Moderno, la arquitectura debía concebirse bajo el concepto de «la sinceridad constructiva y estructural», adjudicándole a los modos constructivos el principal rol en la oferta estética de la arquitectura.

En 1896 inicia la obra para la Bolsa de Ámsterdam, un edificio emblemático y representativo y no un espacio industrial o utilitario, y lo expresa con el aspecto emergente del sistema tecnológico, como una nave de fábrica con los muros de ladrillo a la vista y la cubierta de la sala principal con cercas reticuladas en forma de arco de medio punto sin ocultar y sosteniendo un techo de vidrio que los pone aún más en evidencia, mostrando claramente cómo se trasladan las cargas y explotando lo estructural  como un valor estético.

Para José Baltanás, según lo expresa en su libro «Diseño e Historia. Invariantes» de 2004, «Influenciado por la contención racionalista de Cuijpers, las obras de Berlage manifiestan el respeto por el uso directo y artesanal de los materiales, cuya belleza reside en la sinceridad con que exhiben sus formas naturales, sin enmascarar. La gran sala vacía de la Bolsa de Amsterdam, delimitada por sus inmensos muros de ladrillo visto, sin enyesar, y el cuidado diálogo entre materiales, expresa esa rectitud ética, claramente opuesta a los historicismos del siglo recién finalizado.»

Si bien los Constructivistas Rusos de la década de 1920 hicieron un primer aporte de vanguardia a la consideración de lo tecnológico como sistema expresivo, llevando a extremos de tensión las formas algo desarticuladas de sus proyectos más cercanos a lo escultórico que a lo arquitectónico, su influencia no fue inmediata. Por un lado, sus formas diagonales y asimétricas o espiraladas claramente se oponían a las habituales estéticas de las estructuras monárquicas y de gobierno, que eran macizas y de carácter centralista, monumental y dominante.

El Constructivismo, se presentó novedoso y revolucionario, con una imagen algo descompuesta, a un tiempo participativa y horizontal, sin indicios de obediencia verticalista y multidireccional, y ofreció una morfología y un sistema constructivo que resultaron algo extravagantes para la época pues aún no estaban dadas las condiciones tecnológicas para construirlas, ni culturales para aceptarlas así, sin más. Por otra parte, sus propuestas estéticas alborotadoras tuvieron posibilidades en los inicios de la revolución bolchevique, cuando los cambios eran radicales y el arte constructivista ayudaba a representar una manera absolutamente nueva de organización social y económico-productiva, pero ello sufrió un proceso regresivo en los años ´30, cuando la conducción de la revolución fue asumida por José Stalin, cuya administración incentivó una arquitectura de estética clásica, maciza, academicista, monumental y representativa de un poder central-verticalista.

 Recién en la década de 1980 en Europa Occidental se vislumbró un acercamiento a esta estética a partir de la irrupción del Deconstructivismo, aunque de alguna manera sus vínculos no fueron mucho más que aparentes y visuales, y, si bien cada movimiento en el arte algo deja, esta manera de hacer arquitectura arrojaba una estética tan compleja, de difícil ejecución y poco adaptable a la mayoría de los Programas de los edificios del fin del siglo XX, que no prosperó universalmente y pareció caprichosa, injustificada y antojadiza. En el Deconstructivismo, de hecho, lo constructivo se llevó a un estado de tensión tan extremo cuyos riesgos quedaron simbolizados en el derrumbe de la cubierta tensada del Polideportivo de Huesca de Enric Miralles, en España, que se desplomó de madrugada ante la falla de un cable-tensor en abril de 1993.

Si bien para cada idea arquitectónica, por más audaz que sea en lo constructivo, debe haber una respuesta tecnológica acorde con la audacia propuesta, tan cierto como ello es que hay formas que asumen mayores riesgos que otras, tal como sucedió en su momento con la pesada cúpula de Santa Sofía de Constantinopla en 588 y con la Catedral Gótica de Beauvais, cuya bóveda de 48 metros de altura se derrumbó en 1284 visto que fueron diseños no aptos para la tecnología de la época en que se erigieron. 

«La honestidad de los materiales, la transparencia variable de formas y la yuxtaposición de materiales «industriales» con decoración de interiores tradicional hacen a la Maison du Verre un punto de referencia de la arquitectura del siglo XX». (Plataforma Arquitectura).

A principios de los años ´30 se realizó una obra, una remodelación en realidad, que sí iba a dejar un nuevo aporte en favor de la consideración de lo tecnológico como estrategia de estetización en la arquitectura: la Maison Du Verre, de Pierre Chareau (1883-1950) y Bernard Bijovet (1889-1979), en Paris en 1932. En esta obra los arquitectos resolvieron la estructura resistente con columnas de perfiles de hierro que dejaron a la vista, exponiendo incluso rudamente los remaches que los unían, trataron íntegramente los cerramientos exteriores con paredes de ladrillos de vidrio alojados entre los marcos metálicos, de manera que no había manera de «mentir» con recubrimientos el sistema de construcción de la obra. La arquitectura lograda era -como diría Mies- «piel y huesos», y con esa estrategia expresiva inauguraron un lenguaje de claro corte fabril que se desarrollará unos veinte años después de la mano de los arquitectos británicos Allison y Peter Smithson (1928-1993 y 1923-2003, respectivamente) que ellos mismos -o quizá Reyner Banham- denominaron «Neobrutalismo». En este lenguaje desarrollado por los Smithson no sólo lo estructural quedaría expuesto a la vista y constituiría la estética de la arquitectura -como en su Escuela Secundaria de Hunstanton de 1949-, sino todo aquello que desde la modernidad también forma parte del conjunto tecnológico de la construcción, como las instalaciones que conducen fluidos, agua y electricidad, y que, por lo general y salvo expresa intención, en las obras de actividades humanas no fabriles quedan embutidas y por lo tanto ocultas dentro de los cerramientos. En la obra de los Smithson la estructura es de perfiles de acero y los cerramientos son vidriados o de ladrillo a la vista, en los cielorrasos quedan expuestos los nervurados del sistema «steel-deck» que actúa como encofrado perdido de los entrepisos de hormigón armado. Las cañerías de desagües, de abastecimiento de fluidos y de electricidad son externos y quedan a la vista como en una fábrica. Este lenguaje se fue perfeccionando y ganó adeptos rápidamente en todo el mundo y en obras de prestigio de todas las escalas, funciones y localizaciones y creó un verdadero «estilo», por ejemplo, en la arquitectura educacional en nuestro país desde la década de los sesenta.

Hacia fines de la década de 1960 los arquitectos Renzo Piano (1937) y Richard Rogers (1933) ganan el concurso para la construcción del Centro Pompidou en Paris proponiendo un aspecto basado en la estetización del sistema tecnológico, dejando a la vista lo estructural y asimismo todas las tuberías y elementos constitutivos de los sistemas de climatización, conducción de desechos, abastecimientos de líquidos y fluidos, cableados, ventilaciones, etc., más en consonancia con una «refinería» -como se ha dicho varias veces- que con un Centro Cultural. Con este sistema estético, que se difundió como «el High-Tech», luego, en manos de afamados arquitectos, entre ellos el británico Sir Norman Foster (1935), se construyeron innumerables obras de alto valor morfológico, artístico y de significado, con permanentes influencias hasta nuestros días. También, alrededor de la década de 1990, este lenguaje de sesgo industrial se popularizó y se utilizó en la construcción de departamentos de lujo que se difundieron como «Lofts», y ese lenguaje tecnológico los puso de moda como hábitat de parejas jóvenes o departamentos de solteros. Algo similar aconteció con locales destinados a la gastronomía, museos, centros culturales y locales comerciales, en los que esa estética de sinceridad tecnológica favoreció el reciclaje de fábricas obsoletas sin méritos arquitectónicos al momento de haber sido construidas y que adquirieron un valor artístico cuando fueron adaptadas a nuevas funciones.

En paralelo, y desde comienzos de la década de 1950, Le Corbusier comenzó a utilizar el «Béton-Brut» -Hormigón a la vista-, dejando expuesta la terminación rústica de las estructuras de hormigón que copiaban la irregular textura de los encofrados de madera. La construcción de estructuras de hormigón es un sistema conceptualmente basado en la manera de ejecutar esculturas cuando se vuelca material líquido -bronce, por ejemplo- en un molde para que adopte la forma del hueco del mismo. La denominación «brutalismo» o su similar «neobrutalismo» puede haber derivado de la palabra francesa «brut» (bruto, rústico) o también se cree que pudo surgir a partir del apodo con que se lo conocía a Peter Smithson, «Brutus», que fue uno de los creadores de este lenguaje y sobre el que teorizó junto a su esposa Alison y al que definieron como «una ética antes que una estética». Le Corbusier adopta el hormigón a la vista a partir de sus obras en la Segunda Posguerra, seguramente en parte porque sus obras pioneras de los años´20, lisas, blancas y revocadas, comenzaban, a pesar del poco tiempo transcurrido, a mostrar un deterioro significativo debido a su difícil y escaso mantenimiento. Pero el hormigón a la vista, además de asegurar la inalterabilidad y soportar el paso del tiempo aún sin mantenimientos importantes, le ofrecía al Maestro la posibilidad de lograr una estética escultórica que las construcciones con estructuras tradicionales y muros de ladrillos no permitían fácilmente, pues la eficacia máxima en el uso de ellos se logra con geometrías ortogonales.

Le Corbusier en los años ´50 recibe como encargo el trazado de la Ciudad de Chandigarh, la nueva capital de la Provincia noroccidental de la India, el Punjab, surgida a partir de la independencia de las Colonias Británicas en el Indostán, un traumático proceso donde desde 1947 hay una persistente pugna entre dos naciones por la región de Cachemira, disputada entre India y Pakistán, que generaron sangrientos episodios bélicos a fines de los años ´40 y que aún hoy mantienen la frontera caliente con el agravante que se trata de dos potencias nucleares. Además del trazado urbano de Chandigarh, muy exitoso según una reciente investigación de Josep María Montaner que analizó la ciudad después de cincuenta años de construida, Le Corbusier proyectó los edificios gubernamentales y representativos de la Ciudad, como así también innumerables obras en la India por encargos posteriores, fundamentalmente casas particulares y para instituciones, tratándolas siempre como esculturas y todas ellas de hormigón a la vista, la «piedra líquida» como él mismo lo llamaba, como único material. El hormigón a la vista, expresión distintiva de la estética de la tecnología, es tal vez la tecnología moderna más difundida en el mundo, con un modo de producción tan adecuado para los países centrales como para los emergentes y que hoy tiene una gran difusión y un reconocimiento estético que ha ganado el aprecio del gran público.

El hormigón a la vista en nuestro país caracterizó las obras del Movimiento de Casas Blancas de los años ´50 surgidos a partir de la construcción de la Parroquia de Fátima en Martínez, Provincia de Buenos Aires en 1956, de los arquitectos Eduardo Ellis (1928) y Claudio Caveri (1928-2011) cuyo sistema tecnológico basado en el uso del hormigón y el ladrillo a la vista sin el empleo de revoques, fueron la expresión Neobrutalista de sesgo local. También en nuestro medio el Neobrutalismo fue la estética de importantes obras institucionales, como fueron en Buenos Aires el Banco de Londres y la Biblioteca Nacional de Clorindo Testa (1923-2013), como también el edificio de la Gobernación de la Provincia de La Pampa en la Ciudad de Santa Rosa del mismo autor y otros arquitectos asociados. Hoy, más que nunca, el hormigón a la vista y gracias a recientes adelantos en la ejecución de los encofrados y a la incorporación de nuevos aditivos a la mezcla que la hacen más dúctil sin perder resistencia, se utiliza casi como mono-material y con grandes ventajas en la construcción de edificios de inversión de viviendas en altura, como asimismo y en función de su plena aceptación estética, en viviendas unifamiliares de prestigio.










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